Los vientos son hijos del Sol. Fluyen. Sin él no serían más que caóticas sopas de moléculas sin vida. Atraparlos, tejerlos y liberarlos, esa es nuestra misión.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Operación "triquini"


No hay manera. Lo he intentado todo. Desde hace unas semanas que empecé a tomar medidas contra mi sobre peso ("operación triquini" lo llamo), apenas si el cinturón de grasa que me envuelve la cintura ha disminuido un ápice.

Empecé por recorrerme la frontera del Río Grande en busca de un escritor anónimo. La aventura me llevó a los peores antros de los barrios fronterizos, a correr por la calles huyendo de policías corruptos y sicópatas asesinos, a dar vueltas y más vueltas por los suburbios de cerebros arruinados, pero nada de nada. Mucho ejercicio pero no conseguí adelgazar un gramo.

En vista del fracaso, me largué a Los Ángeles, al otro lado de la frontera, a echar una mano a una pobre hermanita que buscaba desesperadamente al gangster de su hermano engullido por la marea de la ciudad. Me recibió un festival de picahielos clavados en la nuca de tipos alojados en hoteles de mala muerte sin ascensor. Un ir y venir por Hollywood Boulevar y Mullholland Drive que no veas. Demasiados martinis y hamburguesas para tanta grasa que eliminar.

Había que modificar la dieta, así que la aventura norteamericana la he cambiado recientemente por la sudamericana, a ver si los aires de la Pampa argentina, "Allá lejos y Tiempo Atrás", me devolvían el necesario sosiego que requiere la 'operación triquini' y el ejercicio al aire libre, la figura deseada por perdida. Allí no he hecho otra cosa que recorrer aquella llanura interminable a lomos de mi caballo pampero, entre gauchos circunspectos y sus boleadoras, a la búsqueda de la felicidad perdida, entre granjas inglesas decimonónicas a la sombra de arboles gigantes, a la orilla de campos de cardos salvajes y marismas habitadas por miles aves y pájaros. Pero nada, demasiada carne argentina y dulces ingleses han seguido arruinando mi línea.

Ahora vuelvo al norte, al DF, a inyectarme directo en vena un poco de poesía y sexo, por si el tratamiento disuelve la grasa. En estos días me he juntado con poetas tristes y viscerales (¿los hay alegres?), que cantan sus penas por los lúgubres bares de las colonias capitalinas. Recorro calles kilométricas fumando hierba como un loco y cogiendo con poetisas setenteras. Voy de la mano de un tal Bolaño y sus Detectives Salvajes. No sé que pasará: quizá con tanto sexo y drogas acabe recuperado la línea.

Ya os contaré como acaba la "operación triquini". Mientras os dejo con 'Diz and Bird' recogiendo unos premios televisivos con subítulos en ¿chino?¿japonés?

2 comentarios:

  1. ¿Estás con los detectives salvajes? Pues si lo acabas, serás el primero.

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  2. Acabé hace un par de semanas 2666 y me encantó. Ahora le toca a los detectives salvajes, y desde luego que lo acabo: me queda menos de la mitad y estoy enganchado. No sabía que fuera duro de leer. No hay nada como la ignorancia o la falta de prejuicios.

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