Los vientos son hijos del Sol. Fluyen. Sin él no serían más que caóticas sopas de moléculas sin vida. Atraparlos, tejerlos y liberarlos, esa es nuestra misión.

miércoles, 7 de enero de 2009

Yoko Ogawa y mi "déjà vu"


Hace unas semanas leí el libro que a continuación os reseño. Llegó a mis manos prestado por Tino, prolífico en buena lectura y en mejores recomendaciones, que no es poco. Como suele ocurrir en estos casos, Internet está llena de elogios a la autora (Yoko Agawa) y al libro (“La fórmula preferida del profesor”, Editorial Funambulista, 2008), aunque visto un elogio, vistos todos.

Dejando de lado las estupendas críticas sobre la calidad literaria de la novela y de la bellísima historia que cuenta, la red nos trae multitud de fotografías de la autora. La que os presento resulta especialmente enigmática para mí: durante la lectura del libro fui conformando una imagen de la protagonista y narradora muy similar a la de la propia Yoko Ogawa aquí fotografiada. Lo curioso es que no he visto esta fotografía hasta hace unos minutos. Aunque en la contraportada del libro aparece un retrato suyo, nada tiene que ver con la fotografía que os refiero.

Si bien uno desearía asociar este fenómeno a un proceso de precognición, como si entre la autora y un servidor se hubiera establecido un enlace psíquico, esta sensación de sentirse uno especial, casi único en su capacidad de percepción, es una mera sombra del deseo. Lo más probable es que esta fotografía se haya colado en mi memoria a largo plazo como resultado de la acción de una sopa de neurotransmisores haciendo de las suyas en mi cerebro cuarentón. Como siempre, la ciencia se encarga de destejer sistemáticamente vientos tan sugerentemente tejidos.

A pesar de todo, el resultado final es lo que acaba importando: la sensación por encima de la explicación racional de su origen. Así, esta imagen de Yoko Ogawa ha quedado en mi memoria irremediablemente unida a este libro, a su historia y a sus protagonistas para el resto de mis días. Y eso me gusta, sea como fuere que ese “déjà vu” se tejiese en este cerebro de mosquito.

Publicado originalmente el 05/01/2009

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